Como primer paso para su experimento, los científicos
introdujeron una solución detergente en las venas del vegetal para
proceder a lo que en ingeniería biomédica se conoce como descelurización.
Se trata de un proceso que permite separar la llamada matriz extracelular de un tejido (el conjunto de materiales no celulares que forman parte de ese tejido) de las células que lo habitan. Al final, lo que queda es esa matriz,
una especie de andamio, una estructura hueca que se puede usar como
soporte para cultivar órganos artificiales y para procesos de
regeneración tisular.
En el caso de la espinaca, ese andamio es básicamente celulosa, una sustancia compatible con el organismo humano que ya se usa en un amplio abanico de aplicaciones de medicina regenerativa.
Como segundo paso, introdujeron en las venas
descelurizadas de las hojas de espinaca fluídos y células endoteliales
como las que forman parte de la túnica íntima —la capa más interna— de
nuestros vasos sanguíneos.
La matriz fue luego recelularizada con células madre mesenquimales (células pluripotenciales da lugar a los diferentes tipos de tejidos) y cardiomiocitos
(células del músculo cardíaco, capaces de contraerse de forma
espontánea e individual). Los científicos comprobaron que los capilares
de la hoja eran capaces de llevar la sangre y los nutrientes necesarios
hasta esos cardiomiocitos.
Después de cinco días en las hojas, los cardiomiocitos habían recibido suficientes nutrientes para contraerse como un músculo. Durante 21 días, siguieron contrayéndose.
Esto es muy interesante.
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